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La esperanza de no resignarse ante las nuevas formas de desigualdad

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Esperanza ha sido de unas palabras más escuchadas en el congreso que se ha celebrado en la Fundación Pablo VI esta semana para reflexionar sobre los resultados del IX informe FOESSA. Resulta paradójico ver este término asociado a las cifras que dibuja este informe que Cáritas impulsa cada 5 años. A través de la colaboración de investigadores y profesores de universidades e instituciones académicas, pone de manifiesto la gran brecha social que existe en nuestro país provocada, principalmente, por la crisis de la vivienda y por una precariedad laboral que es multifactorial: menor calidad, salarios bajos frente a los altos precios y mayor inestabilidad.

Según este informe, en España hay 4,3 millones de personas que se encuentran en situación de exclusión severa, un 52% más que en 2007. Frente a la foto de la bonanza económica de la que se habla permanentemente, ─el FMI sitúa la previsión de crecimiento en nuestro país en 2,9%─ está la realidad de muchas familias que el día 2 de cada mes han gastado todos sus ingresos en el alquiler y los suministros, dejando sus cuentas en números rojos para los indispensables que quedan. Más de un tercio de la población tiene, además, trabajos precarios que le impiden vivir con dignidad.

¿Cómo es posible hablar de esperanza ante una situación como ésta? ¿Se puede atender a esta realidad con ojos esperanzadores, cuando estamos pasamos de largo ante ella o ni siquiera la miramos, como pone de manifiesto el cortometraje Atrapados, con el Cáritas ilustra los datos del informe?

La respuesta está, precisamente, en esa llamada a poner la mirada en aquellos que sufren la exclusión. Frente al inmovilismo, sentir incomodidad ante la precariedad es ya hablar de esperanza, como constata la secretaria general de Cáritas, Natalia Peiro, y como dice el Papa León XIV en su mensaje por la Jornada Mundial de los Pobres. En él llama a “no resignarse ante las nuevas oleadas de empobrecimiento y a no acostumbrarse al sufrimiento de los pobres o a las nuevas formas de desigualdad”.

En los dos días del Congreso celebrado en la Fundación Pablo VI se ha puesto el acento en las personas que hay detrás de cada cifra: jóvenes con trabajos precarios; mujeres que siguen teniendo el peso del cuidado sin retribución; personas que no tienen acceso a una vivienda digna, que viven soledad, aislamiento o problemas de salud mental. Se ha hablado de causas, pero también de propuestas para transformar estructuras y para pasar «del desasosiego a la esperanza», como dijo el propio Raúl Flores, secretario técnico de FOESSA, llamando a la acción y al compromiso de pasar a un nuevo paradigma donde el cuidado esté en el centro de las políticas y de la sociedad en su conjunto.

Destacaron, muy especialmente, las intervenciones de Joan Tronto, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Minnesotta; y de Remedios Zafra, profesora titular de la Universidad de Sevilla e investigadora del Instituto de Filosofía del CSIC. “Cuidar, dijo esta última, es reescribir el contrato social”. Este informe, afirma, es la expresión de un malestar, bueno y necesario, para mover conciencias y ver las cosas de otra manera. Y eso es el trabajo de Cáritas Española: una llamada a la acción y al compromiso y a la promoción de la participación en la sociedad de las personas que sufren situaciones precarias para evitar que sean expulsadas del sistema.

Como Antonio Mercero hiciera en el año 1972 con el mítico cortometraje de La Cabina, su hijo Iñaki ilustra para Cáritas lo que significa estar atrapado en una situación angustiosa ante la que estamos pasando de largo. No hace falta mucha explicación a la impactante imagen de ese hombre intentando desesperadamente salir de una situación ante la que estamos pasando de largo. El estudio de Foessa nos invita a mirar su realidad con ojos críticos. Quizá así podamos no solo entender por qué aquel hombre quedó atrapado en una cabina, sino ayudarle a salir de ella.